Este lunes y martes, al levantarse el telón, no solo comenzó una función. Lo que vivimos fue la culminación de un sueño compartido, de un esfuerzo sostenido en el tiempo y de una experiencia que quedará grabada en nuestros corazones. Nuestro musical, al igual que en cursos anteriores, no ha sido simplemente un espectáculo, sino una expresión viva de nuestro proyecto pedagógico.
La historia de La Cenicienta nos ha recordado que la bondad, la perseverancia y la esperanza pueden transformar vidas. A través de esta obra, nuestros alumnos y alumnas han aprendido a creer en sí mismos y en quienes les rodean. Pero lo que se ha visto en escena ha sido solo la punta del iceberg: detrás de cada paso de baile, cada canción y cada decorado, ha habido muchas semanas de trabajo, de complicidad, de esfuerzo y de superación compartida.
Una de las cosas más emocionantes ha sido ver cómo los mayores han apoyado a los más pequeños, cómo cada estudiante ha encontrado su sitio y ha puesto lo mejor de sí para el beneficio del grupo. Esa generosidad, ese espíritu de familia, ha sido lo que realmente ha dado vida a nuestro escenario. Porque más allá del resultado artístico —que ha sido maravilloso—, lo verdaderamente valioso ha sido la unión que se ha forjado entre todos y todas.
Y, como en todo cuento, ha habido héroes silenciosos: personas que han trabajado entre bambalinas para que la magia haya sido posible. Nuestros voluntarios y voluntarias, que durante semanas han venido cada martes y jueves, han aportado su tiempo, su creatividad y su cariño para confeccionar un vestuario y una escenografía de una calidad que ha superado todas las expectativas. A todos ellos y ellas: gracias. Sin su entrega, este musical no habría brillado como lo hizo.
Gracias también a quienes han dedicado horas de ilusión, planificación y apoyo constante para que esta aventura haya salido adelante. Nos han demostrado que la magia no vive solo en los cuentos, sino también en el corazón de quienes creen en los demás.
Esta experiencia nos ha transformado. Nos ha ayudado a crecer, como personas y como comunidad educativa. Y aunque el telón ya se ha cerrado, la emoción sigue viva… y el recuerdo de esta historia nos acompañará siempre.